PRÓLOGO
DEL LIBRO "MÁS ALLÁ DEL ESTRÉS"
Carta de un (policía) estresado
NO SOY PERFECTO. LO SIENTO.
Todos los seres humanos cometemos errores y yo he pagado por cada uno de ellos. En mis años de servicio he visto más de lo que tú nunca verás, más de lo que nadie debería ver nunca.
He recogido cuerpos destrozados en las carreteras, pero también te he ayudado a cambiar la rueda pinchada de tu coche. He estado en más peleas de las que puedo contar y en más catástrofes de las que hubiera deseado. Las llamas de un incendio han quemado mi piel, y la sangre de una víctima, incluso de un compañero, han manchado mi uniforme demasiadas veces.
He visto casi cada tipo de muerte que pueda existir y más de las que puedas imaginar. He caminado ese largo paseo hasta la puerta para decirle a una madre, padre, esposa, hijo o familiar que su ser amado nunca volverá a casa. He aguantado la agonía verbal, e incluso las amenazas, de esa pobre gente que no puede soportar su dolor y lo proyecta contra la primera persona contra la que puede, el mensajero de la noticia, yo.
He visto el maltrato y la violencia entre personas que un día se prometieron amor, entre padres e hijos, entre hermanos y entre amigos. He visto los actos más crueles y mezquinos del ser humano.
Un compañero una vez me dijo: “Los policías viven los veinte peores minutos de las vidas de otros”. Sí.
He visto a mi esposa escatimar intentando sacar adelante a nuestros niños con el sueldo de un policía. He visto a mis chicos llorar cuando supieron que no podría ir a sus actos escolares porque “Papá no tiene un horario normal”. He visto también a mis hijos llevar una carga que no deberían haber llevado, cuando uno de sus compañeros o amigos ha dicho que “Todos los policías son unos… y deberían estar muertos”.
DEL LIBRO "MÁS ALLÁ DEL ESTRÉS"
Carta de un (policía) estresado
NO SOY PERFECTO. LO SIENTO.
Todos los seres humanos cometemos errores y yo he pagado por cada uno de ellos. En mis años de servicio he visto más de lo que tú nunca verás, más de lo que nadie debería ver nunca.
He intervenido armas de fuego, drogas, cuchillos y navajas, defensas,
bates y un sinfín de artilugios semejantes que podrían haber resultado
mortales para alguno de tus seres queridos, o incluso para ti mismo, pero
nunca lo sabrás porque estuve allí para evitarlo.
He recogido cuerpos destrozados en las carreteras, pero también te he ayudado a cambiar la rueda pinchada de tu coche. He estado en más peleas de las que puedo contar y en más catástrofes de las que hubiera deseado. Las llamas de un incendio han quemado mi piel, y la sangre de una víctima, incluso de un compañero, han manchado mi uniforme demasiadas veces.
He visto casi cada tipo de muerte que pueda existir y más de las que puedas imaginar. He caminado ese largo paseo hasta la puerta para decirle a una madre, padre, esposa, hijo o familiar que su ser amado nunca volverá a casa. He aguantado la agonía verbal, e incluso las amenazas, de esa pobre gente que no puede soportar su dolor y lo proyecta contra la primera persona contra la que puede, el mensajero de la noticia, yo.
He visto el maltrato y la violencia entre personas que un día se prometieron amor, entre padres e hijos, entre hermanos y entre amigos. He visto los actos más crueles y mezquinos del ser humano.
He visto los ojos de un padre cuando la droga se ha llevado a su
hijo. He visto crímenes que nunca soñarías y que nunca verás en series ni
películas de televisión.
Un compañero una vez me dijo: “Los policías viven los veinte peores minutos de las vidas de otros”. Sí.
Puede que te haya pedido la documentación alguna vez, mientras te
indicaba que sacaras las manos de los bolsillos. Puede que te haya sacado de tu
coche en plena noche mientras te indicaba que mantuvieras las manos a la
vista. Puede, incluso, que te haya pedido que extendieras los brazos para
luego cachearte, todo ello sin motivo aparente para ti. Pero tú no has sido
apuñalado en un descuido por no cachear a un ciudadano aparentemente normal;
no has visto cómo un compañero caía al suelo de un tiro en la cabeza por no
tomar medidas de seguridad; no has ido a visitar a un compañero inválido por
el atropello de un conductor que se dio a la fuga, simplemente porque estaba
ebrio.
He escuchado de amigos y familiares cómo “la policía no hace
nada”, cómo “nos quedamos con droga”, cómo “maltratamos y torturamos a los
detenidos”, o cómo “llegamos tarde a propósito”.
He visto a mi esposa escatimar intentando sacar adelante a nuestros niños con el sueldo de un policía. He visto a mis chicos llorar cuando supieron que no podría ir a sus actos escolares porque “Papá no tiene un horario normal”. He visto también a mis hijos llevar una carga que no deberían haber llevado, cuando uno de sus compañeros o amigos ha dicho que “Todos los policías son unos… y deberían estar muertos”.
He trabajado noches, fines de semana y vacaciones, nochevieja,
navidad y hasta el día que tuve mi primer hijo, mientras tú estabas cómodo y
seguro en tu casa con tu familia. Mi familia completa caminó sin mí demasiado
tiempo, demasiado tiempo.
He visto las caras de niños que estaban perdidos, y que
mis colegas y yo tuvimos el privilegio de devolver a los brazos de su desesperada
madre. He visto hemorragias que he ayudado a parar, corazones a los que he dado
una segunda oportunidad para volver a empezar, y a las víctimas del crimen
que hemos sido capaces de proteger. Tengo grabadas en mi mente las caras de
las personas cuyas vidas, mis compañeros y yo, salvamos. Sí, tengo historias
de éxito, pero también de fracasos.
Tengo noches en las que no puedo dormir porque veo las caras de
los que no pude ayudar, porque no llegué a tiempo o, simplemente, porque
pienso en un “y si…”, para cada caso en el que fracasé. Y si tú nunca ves
una milésima parte de esto, es porque la policía ha hecho su trabajo…
Si fallo –o aún sin fallar– puedo ser fácilmente denunciado ante una
justicia que no sé si estará a mi lado, poniendo en riesgo mi trabajo, mi
familia y mi propia vida. Puedo incluso perder mi libertad por una complicada
situación que requiere tomar una decisión en pocos segundos, y que a un Juez
le llevaría años adoptar.
Si cometo el más mínimo fallo, lo pagaré dos veces y, aún así,
me pondré mi uniforme, me enfundaré mi arma y saldré de nuevo. Porque es lo
que los profesionales hacen, porque YO SOY POLICÍA.
El correo electrónico transcrito, detonante de la
redacción del libro que tiene entre las manos, fue recibido en el año 2009 por
el autor de la presente obra. Su contenido es copia literal de aquél. Remitido
por un buen amigo, su autor,
supuestamente un policía, es desconocido.
Sirva el mismo como preámbulo a este libro y como
homenaje a los agentes de policía que, en todo el mundo, realizan, honesta y
dignamente, una labor complicada y estresante como pocas, en el convencimiento
de que con ella prestan un servicio insustituible e impagable a todos los
ciudadanos.